miércoles, 12 de agosto de 2009

A la tarde te examinarán en el amor




"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición"

Esta bellisima reflexión de San Juan de la Cruz nos debería, al menos, estremecer.

No podemos, salvo que estemos ciegos o aturdidos, seguir de largo ante semejante cuestionamiento.

Tratemos brevemente de profundizar con una simple reflexión.

¿Cuando será tu tarde? ¿Has llegado a tu tarde? ¿No será hoy, esta semana, este mes, este año tu tarde?

¿Cómo podrías saberlo?, si para algunos su tarde es el mismo momento del alumbramiento y para los no natos aún antes.

Como podemos saber cuando es el momento de nuestra tarde, próxima, cercana e inmediata a nuestro fin temporal. No hay forma. Es algo que Dios se lo reserva y a lo que no tenemos acceso.

La hermana muerte llegará con certeza a tu vida, pero el día y la hora, afortunadamente, es desconocido para vos. Entonces...

¿porqué vivimos como si fuésemos de naturaleza inmortal y jamás debiéramos rendir cuentas de nuestra vida?

Locuras de esta época, insensatez a toda prueba.

Tal vez por eso ya ni siquiera hay velorios y cuesta tanto distinguir un coche fúnebre de otro vehículo. Quizás por eso ya no se lleva el luto y la gente evade el duelo, solo postergándolo para dañarse más aún...

Tiene tan mala prensa la muerte que nadie se pone a reflexionar seriamente sobre su inminencia. El tiempo que estamos vivos es un suspiro entre dos eternidades. Y de este suspiro depende tu eternidad.

Por eso San Juan de la Cruz nos recuerda que vamos a ser examinados en el amor.

Pobre de nosotros si no entendemos el Amor Verdadero. No vayamos a confundirnos con las definiciones light del mismo. No se refiere al eufemismo del sexo, no se trata de la autoestima, no es el ejercicio del narcisismo.

Se enfoca a la plenitud del amor. "No hay mayor amor que dar la vida por sus amigos", dice Jesús.

En ese amor seremos medidos. En el amor que es sacrificio, que implica asumir la cruz del otro y ayudar a cargarla. En definitiva en nuestra capacidad de entrega. Pero es más que entrega simple. "Pues de nada le sirve al hombre entregar su vida si no lo hace por amor" nos advierte San Pablo.

En conclusión vamos a ser medidos al final de nuestros días por la capacidad de entrega amorosa a los demás, es decir por el amor verdadero que dimos.

Recemos con San Juan de la Cruz para poder dejar nuestra condición egoísta y aprender a amar como Dios quiere ser amado:

"El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí;
y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí."
Mt. 10


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