viernes, 16 de diciembre de 2011

Tiempo de Navidad



Navidad para todos significa algo, que no necesariamente es el sentido cristiano de esta gran fiesta.

Muchos se dan cuenta de que perdieron el año realizando actividades sin trascendencia, viviendo so propia vida como espectadores. Grandes conocedores de todos los acontecimientos mediáticos, de sus personajes exóticos y de una vida no propia, totalmente ajena y vista a través de una pantalla. Cuando llega el momento de evaluarse seguramente sienten la boca con sabor amargo, si es que se dan cuenta.

Muchos pasan esta fecha ensimismados tratando de ordenar su mente, su vida, sus cuentas en unos pocos días, pensando que lo que no fueron capaces de hacer en un año, por arte de magia lo resolverán en pocos días.

Otros ni siquiera se dan cuenta de la fecha. Están tan llenos de un sin fin de prejuicios, de egoísmos, de vicios, de yoismo y tan vacíos de trascendencia que no logran siquiera acercarse al verdadero sentido de la vida.

Porque la Navidad es puramente eso: descubrir el sentido de la vida humana, de la dignidad del hombre y de su trascendencia a la eternidad.

Efectivamente si el hombre no fuera un ser de dimensión material y espiritual, la Segunda Persona de la Trinidad no se hubiera encarnado.

Solo se puede entender la Encarnación desde la generosidad infinita del Padre, desde la obediencia amorosa del Hijo y por la eterna defensa del Espíritu Santo. En fin por el incansable y misericordioso sostenimiento de nuestro ser por la Santísima Trinidad.

Cuando comenzamos a darnos cuenta de esa locura de amor que siente Dios por el hombre, nos cuesta muchísimo tratar de entender al hombre moderno que vive como si sus congéneres fueran enemigos y como si Dios fuese un mito de gente ignorante.

Sistemáticamente gran parte de la sociedad se encarga con sus actos, creencias, supersticiones y actitudes de negar la dignidad del ser humano. Esa dignidad nos llega por ser hijos adoptivos del Padre y hermanos de Jesús.

La Navidad es el recordatorio de nuestra dignidad como hijos de Dios. A pesar de nuestras pequeñeces y miserias Jesús se entregó por nosotros.

Desde el preciso instante que la primer célula de nuestro Señor estuvo en el seno de María, la raza humana fue rescatada del poder del enemigo. Desde ese supremo momento hasta la agonía y muerte en la cruz, Cristo no paró un segundo de mostrarnos cual es la vocación del hombre: el Amor mismo, Dios mismo.

Agradezcamos con una oración, un acto de caridad o un gesto que le devuelva la esperanza a alguien triste, este hermoso regalo celestial que es la Navidad.

No dejemos que otra vez la fecha nos sorprenda comprando, corriendo, cansándonos de tanto hacer y olvidándonos que ese día maravilloso hay que celebrar nuestro ser, porque hasta el mismo Dios quiso ser uno de nosotros.