jueves, 14 de octubre de 2010

El peligro del hastio: un yugo imposible de cargar solo




Vivimos una sociedad que nos agota, en una cultura agobiante, con una escala de valores impuesta a la fuerza y aceptada por la inmensa mayoría...

la consecuencia normal es que nuestro ser está agobiado.


Ante un panorama con tanta injusticia social donde los humildes son vistos como un número de votos a comprar con planes de gobierno para las próximas elecciones. Los jóvenes son considerados como una manada de consumistas que generan por las modas y gustos millones de utilidades. Los trabajadores transformados en generadores de dinero fácil para el gobierno de turno que a través de los impuestos engordan día a día, no las arcas del estado, sino los bolsillos de unos pocos dirigentes inescrupulosos que se aprovechan de los indigentes, de los ignorantes y de los pobres sin el menor cuestionamiento moral.


Ante un panorama moral en franca decadencia donde se promulgan leyes contrarias a la familia, a la ley natural, donde se privilegia el instinto y no la razón. Ante oportunidades engañosas que se te ofrecen donde todo vale, donde puedes dar rienda suelta a tus pasiones, donde miles y miles de jóvenes son inducidos diariamente a una sexualidad animalizada e irresponsable y a evadirse de una cruelísima realidad quemándose el cerebro con drogas. Donde se promueven leyes abiertamente contrarias al derecho a la vida y a la dignidad del hombre.


Ante la carencia de oportunidades reales de una vida mejor, de trabajo, de estudio, de sentirse respetado, digno y amado de millones de personas de todos los estratos sociales.
Ante miles de niños tirados a su suerte en las calles, de miles de ancianos encerrados en geriátricos no por estar enfermos sino por ser improductivos. Ante miles de jóvenes librados a su suerte ante la violencia, el alcohol, los estupefacientes y el libertinaje cada fin de semana; porque los padres brillan por su ausencia.
Ante una comunicación y un diálogo cortado entre el gobierno y los opositores, los adultos y los jóvenes, los padres y los hijos. Ante un individualismo egoista que te deja definitivamente solo es normal que te sientas agobiado.


Que hacer ante esta situación desesperante?


Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, dice el Señor.


Jesús conoce profundamente al hombre y sabe de tentaciones, de dolores, de limitaciones, de situaciones injustas, de opresiones. Jesús es Dios pero también es hombre. Y nos conoce más intimamente que nosotros mismos.


Sabe que la sed que tenemos no es de cosas. Sabe que nada que puedas tener te calmará tu sed más profunda. Ni todo el dinero, ni todo el poder, ni todos los placeres, ni nada que exista en esta tierra podrá clamar la sed del hombre.


Porque la sed del hombre es sed de trascendencia y esa sed solo se sacia en Dios.


Sin un sentido profundo y trascendente de la vida solo queda el cansancio y el agobio. Cristo Jesús nos desafia con una paradoja. ¿A quien se le ocurre a alguien cansado ofrecerle un yugo? (por si no sabes que es un yugo, es la madera pesadisima que se le pone al ganado de tiro. Caballos y bueyes tiran los carros atados a un yugo).


Como habras descubierto los yugos mundanos son pesados...


La obligación de tener cada vez más cosas. La invitación que te hace el mundo a querer para vos todo lo que ves. La tentación permanente de querer tener más que los demás, de parecer más importante, más atractivo, más inteligente... En fin de aparentar y no de ser mejor persona. Ese es el yugo más pesado que existe.


Jesús te invita a sacarte ese yugo insoportable y en su lugar poner uno muchisimo más liviano, el yugo de Cristo es el yugo del amor, del compromiso, de la caridad, de la esperanza. Es un yugo que libera no que oprime.
Parte de la paradoja es que mientras más yugos seas capaz de ayudar a llevar a los demás, menos pesará el tuyo. No tiene lógica humana, porque la solidaridad es parte de la lógica divina.
El yugo que ofrece Jesús es un yugo liviano, porque es el mismo Cristo quien toma tu yugo y en forma de cruz se lo carga a cuestas El, para que a vos te sea muchisimo más liviano.