miércoles, 9 de diciembre de 2009

Sin el Domingo no podemos vivir




«Sin el domingo no podemos vivir», nos remonta al año 304, cuando el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, so pena de muerte, poseer las Escrituras, reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía y construir lugares para sus asambleas. En Abitene, pequeña localidad en lo que hoy es Túnez, en un domingo se sorprendió a 49 cristianos que, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía, desafiando las prohibiciones imperiales. Arrestados, fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino.

En particular, fue significativa la respuesta que ofreció Emérito al procónsul, tras preguntarle por qué habían violado la orden del emperador. Le dijo: «Sine dominico non possumus», sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades cotidianas y no sucumbir. Después de atroces torturas, los 49 mártires de Abitene fueron asesinados. Confirmaron así, con el derramamiento de sangre, su fe. Murieron, pero vencieron: nosotros les recordamos ahora en la gloria de Cristo resucitado.

La pregunta que nos tenemos que hacer nosotros bautizados y confirmados, católicos practicantes, que no dudamos en confesar nuestra fe: ¿Cómo es nuestro domingo?

¿Lo vivimos realmente como el Día del Señor, o lo tomamos como un descanso a las actividades semanales?

El problema sería que el domingo dejara de ser El Día del Señor, y que nosotros fuésemos: Los Señores del Domingo. En definitiva endiosarnos y no participar de la Eucaristía como es conveniente.

Te voy a dar algunos motivos para no faltar a la Eucaristía dominical:

  1. Nadie hará lo que tu digas, sino lo que tu hagas. Si eres católico debes demostrarlo en tu diario vivir.
  2. La gracia que recibes en la Eucaristía no tiene ninguna comparación con nada, pues es la presencia de Cristo en tu alma.
  3. La vida en comunidad se vive celebrando en comunidad. Nadie es Iglesia solo. Recuerda a San Pablo. Somos parte del cuerpo místico de Cristo y la unión de ese cuerpo es la misa.
  4. Sin compartir la Palabra es muy difícil que puedas llegar al próximo domingo en gracia. El enemigo aprovecha estos momentos para tentarte durante la semana, cuando el domingo estuviste lejos de Jesús.
  5. Es muy importante que la comunidad vea bebés, niños, jóvenes, adultos y viejos comulgando. Eso demuestra que somos la Iglesia peregrina en esta tierra, que no somos los primeros ni los últimos católicos. La misa es el ejemplo más perfecto.
  6. La misa hay que vivirla. No es un partido de futbol, ni una obra musical, eres parte central de la Eucaristía. ¿No te gusta la misa de tu parroquia? Fácil, en vez de criticar, acércate al sacerdote y ofrécele tu colaboración el aceptará gustoso. Y ya no será su misa, será nuestra misa.
  7. La misa es Don de Dios, es puro regalo, no la mereces en absoluto y es el mismo Jesús el que quiere regalarse a ti como alimento de Vida Eterna. La gente educada recibe y agradece los regalos. ¿Tú le agradeces a Dios la oportunidad de participar de la misa?
  8. La misa es sacrificio perpetuo, costo sangre, estigmas y dolor a Jesús. La misa conmemora los muchos latigazos, el escarnio público, el dolor de la traición y la soledad, el peso de la cruz, la sangre del Cordero (hasta la última gota). El dio su vida por ti, ¿tu compartirías con El una hora de las 168 semanales que te regala, por el solo hecho de despertarte?
  9. Es misterio, la misa es el misterio más grande que existe. Que un poco de pan y vino sean Jesús es el misterio más profundo. No te olvides que misterio es exceso de luz, no oscuridad. La misa te encandila de tanta Luz y Vida, aprovecha ese momento y vívela con contemplación. Es una previa del cielo.
  10. Es una promesa y una certeza de la presencia de Jesús. El Maestro se quiso quedar con nosotros en la apariencia más simple que existe. ¿Quieres estar con Dios? ¿Quieres vivir en Dios? La respuesta es simple: vive todos los domingos tu misa como el encuentro con quien más te ama. Te amo desde siempre y para siempre.

Y tu amigo mío ¿Cómo comenzarás a vivir tus misas?

Paz y Bien

Marcelo

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