miércoles, 14 de enero de 2009

Hijos: de amor y de limites



Muchas veces cuesta entender como personas maduras (o que deberían serlo) actúan como por instinto, cuando de educar a sus hijos se trata.

Es común en estos días que los padres no pongan límites en la educación de sus hijos, ejemplos sobran, desde pequeños que hacen berrinches a sus padres en los shopping y supermercados a jóvenes que insultan a sus padres y hacen lo que se les da la gana sin consultarles siquiera.

Productos de una sociedad que confunde de forma manifiesta, la libertad y el libertinaje. Algunos creen, respaldados en sistemas educativos que se basan en modelos psicológicos permisivos y que ningún resultado serio han arrojado, que una persona se puede autoeducar: falso.

Ya dicen los antiguos escritos que el respeto incondicional a los padres es la base de la felicidad en la propia ancianidad. Y es cierto.

Te invito a que pienses en niños y jóvenes que conozcas que hayan sido mal educados en un sistema permisivo liberal y analices seriamente las posibilidades que tienen de conseguir formar una familia estable, mantener un buen trabajo o liderar una organización. Son bajísimas sus chances, si no conoce la disciplina, la obediencia, el sacrificio, la entrega y el respeto ¿que podrá hacer ese pobre individuo en su vida adulta?

Aprendamos de la pedagogía de Dios, quien con infinita ternura pero con prudencia y ocupándose de su pueblo, lo ha ido educando a lo largo de los siglos. Esclavitud, exilio y penurias han enseñado al hombre que la libertad debe ser responsable, porque de otra forma el precio a pagar es insoportable.

Si alguien siente que es un poco duro el artículo puede comprarse una mascota para malcriarla, pero con los hijos no se experimenta.

Amemos a nuestros hijos, eduquemos con responsabilidad y limites que los hagan crecer como personas, después de todo es la hermosa misión que Dios nos ha encomendado.

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