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A pesar de haber un alto porcentaje de bautizados, católicos y protestantes, la violencia, el narcotráfico, los secuestros, la extorsión, la corrupción, la infidelidad matrimonial, los divorcios, las injusticias, el alcoholismo, el abuso de la sexualidad, la aprobación de leyes contra la vida y la familia, los abismos entre clases sociales, el racismo persistente, los robos, la inseguridad, etc., demuestran que muchos cristianos no somos coherentes con nuestra fe. Cierto que escándalos clericales y antitestimonios de pastores evangélicos, que también se dan, alejan a muchas personas de nuestras iglesias y de Jesucristo; con todo, es la vida inmoral y antievangélica de muchos creyentes la que más afecta al país.
JUZGAR
En Aparecida, describimos unas sombras de nuestra realidad, como "debilidades, compromisos mundanos e incoherencias" (5), "una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia; la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad" (12); "una cultura sin Dios y sin sus mandamientos, o incluso contra Dios" (13).
Hace poco, dijo el Papa Benedicto XVI: "No olvidemos el inmenso don que recibimos el día en que fuimos bautizados. En ese momento Cristo nos unió a sí para siempre; pero, por nuestra parte, ¿seguimos permaneciendo unidos a él con opciones coherentes con el Evangelio? No es fácil ser cristianos. Hace falta valentía y tenacidad para no conformarse a la mentalidad del mundo, para no dejarse seducir por los señuelos a veces poderosos del hedonismo y el consumismo, para afrontar, si fuera necesario, incluso incomprensiones y a veces hasta verdaderas persecuciones. Vivir el Bautismo implica permanecer firmemente unidos a la Iglesia, también cuando vemos en su rostro alguna sombra y alguna mancha. Es ella la que nos ha engendrado para la vida divina y nos acompaña en todo nuestro camino. ¡Amémosla, amémosla como a nuestra Madre! Amémosla y sirvámosla con un amor fiel, que se traduzca en gestos concretos en el seno de nuestras comunidades, sin caer en la tentación del individualismo y del prejuicio, y superando toda rivalidad y división. Así seremos verdaderos discípulos de Cristo" (8-XI-09).
ACTUAR
Es necesario convertirnos todos, para vivir con coherencia el Evangelio. Católicos y protestantes deberíamos ser los que más ejemplo demos de justicia, honestidad, respeto a los derechos de los demás, trabajo, responsabilidad, amor a la verdad, solidaridad con los pobres, defensa de los débiles, sobriedad en compras, bebidas y alimentos, leyes acordes al orden natural, protección del medio ambiente, fidelidad conyugal, etc. No es fácil convertirnos, pero sí es posible, con la ayuda de Dios.
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